Y a veces me encuentro que, al caer la noche y meterme en la cama, le canto las buenas noches a mi pequeña, ya no pequeña, pero aun mi tesoro, que marchó.
Y me hago la ilusión de que por obra de telepatía le llega mi ternura, mi añoranza, y mi cariño.
Y que mi caricia musical y todo mi sentir le llega en sueños. Y lo abraza, y se queda.
Y en ese imaginar, finalmente me duermo. Y el viaje onírico que emprendo suele ser bello, atemporal, y de profundo bienestar.