La vida no deja de sorprendernos. A veces, para bien; demasiado a menudo, para mal.
Hoy he sabido del fallecimiento de una chica que conozco. Una buena chica, compasiva, muy querida por todos quienes la conocían. 21 años. Derrame cerebral. Estaba sana. No tenía ninguna condición médica que hiciera pensar que fuera el detonante.
Decir que es triste, es quedarse corto.
No puedo evitar especular sobre cuál es el objetivo de esta muerte, con qué fin ocurre, desde un punto de vista de trascendencia, en el contexto filosófico, incluso el religioso.
El debate interno al cuál me someto siempre que me planteo cuestiones sobre la muerte, nunca es estéril, puesto que me aporta reflexiones que me resultan útilies para intentar entender el sentido de la vida. Claro está, que no obtengo respuestas a ciencia cierta -la ciencia no es ducha en materia espiritual.
Leo una cita de San Agustín: «Cuida tu cuerpo como si fueras a vivir por siempre. Cuida tu alma como si fueses a morir mañana.»
Como si fuéramos a morir mañana… La realidad es que mucha gente vive como si no fueran a morirse nunca. Se preocupan poco de si sus palabras y acciones repercuten en otras personas causando dolor. Si repararan más en ello y en cómo mañana mismo podría ser demasiado tarde para rectificar, posiblemente serían mejores personas, más bondadosas, con sus allegados y con la sociedad en general.
Los hay que rehuyen pensar en la muerte, quién sabe si por temor o por superstición. Hay quien no quiere ni oir hablar de la necesidad de hacer testamento. Como si el mero hecho de dar este paso en previsión de su muerte, fuera a precipitar la llegada de la misma.
Sí, vivimos de espaldas a la muerte, cuando ésta forma parte de la vida. No hay una sin la otra. En esto nos gana Oriente. Allí tienen más integrado el concepto de muerte y el carácter transitorio de la vida.
Como si fuésemos a morir mañana… Y al pensarlo, sin dudarlo se me hacen presentes aquellas palabras, llenas de sentimiento, que confieren mayor significado para mí:
Amor.
Te quiero.
Gracias.
Perdona.
Lo hice lo mejor que supe.
Te deseo felicidad.
Vive.
Ama.
Por descontado, nada material hay en mi lista de prioridades. Solo personas. Y principalmente, los hijos. Y la esperanza de que este sentimiento sea recíproco.