Tras más de un año de pandemia por el virus de Covid-19, seguimos preocupados por el número de casos de violencia doméstica perpetrada por los hijos/as hacia los padres/madres.
Durante el confinamiento, los casos de violencia filioparental se dispararon. Esta fue una de las consecuencias más graves del confinamiento: el incremento de la violencia doméstica en general, sea por parte de cónyuges violentos hacia sus parejas, sea por parte de hijos hacia sus padres. Según un estudio de las universidades de Oxford y Manchester, el número de episodios violentos de adolescentes hacia sus padres se disparó un 70% durante el confinamiento.
El cierre de las escuelas e institutos, el cambio de rutinas, incluso la ausencia de ellas, el aislamiento social, todo ello generó un desequilibrio mayúsculo en el estado anímico de los jóvenes. Aquellos con una mayor fragilidad emocional fueron las principales víctimas. Cuando hablamos de fragilidad emocional, generalmente pensamos en aquellas personas con hipersensibilidad emotiva, o aquellas que sufren trastornos del estado anímico recurrentes, tales como depresión, tristeza, melancolía.
Ddebemos recordar que la fragilidad emocional es también propia de aquellas personas cuya irritabilidad, frustración, ira, interfiere en su vida diaria hasta el punto de incapacitarles para tener un equilibrio emocional sano. Muchos de los jóvenes abusivos y violentos con sus mayores tienen personalidades extremadamente frágiles, con una autoestima baja, con complejos, con carencias emocionales. La única defensa que encuentran para protegerse es adoptar una actitud dura y desafiante, una coraza, que creen que les confiere poder frente a las demás personas, cuando en realidad saben que carecen de él. Recordemos que están acostumbrados a tener una red de soporte (amigos, compañeros de clase, de actividades) a quienes no pueden acudir durante el confinamiento. Compañeros con quienes se desahogan cuando se sienten incomprendidos.
La presión de estar encerrados en casa, tanto para hijos como para padres, ha sido agotador. Los padres lo describen como haber experimentado lo que en inglés se denomina “cabin fever effect”. Otros lo definen como haber estado en un ambiente de “olla a presión”, en un hogar ya de por sí inestable. Lo sufren los padres, lo sufren los otros hijos o familiares convivientes. Toda la familia se resiente.
Fuente: Experiences of Child Adolescent to Parent Violence in the Covid-19 Pandemic, -University of Oxford.