Sandra, de 15 años, y su madre, están de compras en un centro comercial. La hija se prueba varios pares de deportivas y pide a su madre comprarse unas que resultan ser demasiado caras para el bolsillo de la madre. Tras la discusión de rigor, en la que Sandra se enfurece sobremanera, finalmente compran unas de un precio asequible y salen del comercio.
-¡Eres una desgraciada! ¿Por qué no me has dejado comprarme las que quería? –vocifera Sandra.
– ¡Más respeto! Sabes que no puedo pagar lo que valen las otras. Y éstas están bien. – dice la madre.
– ¡No puedes pagarlas porque eres una inútil, y tienes un trabajo de mierda!
Esta conversación/discusión es un ejemplo real del pan nuestro de cada día de muchas familias. Batallas dialectales y físicas, a diario, entre padres e hijos. El maltrato pasa por faltas de respeto, por agresiones físicas y maltrato psicológico y emocional.
Es común que los padres que son víctimas de violencia filioparental se pasen horas navegando en internet buscando explicaciones, causas, soluciones a la falta de respeto que les tienen sus hijos. Encuentran infinidad de artículos con las claves para lograr una buena comunicación entre padres e hijos. Pautas del tipo:
- Establece límites a tus hijos
- Si no cumple una norma, fija una consecuencia
- Escuchaos mutuamente
- Establece pactos
- Da ejemplo, para que tus hijos aprendan por imitación. Muéstrales cariño, respeto, consejos
- Muestra tu autoridad basada en el respeto, negociación y lógica
- Si te equivocas, dales voz
- Reconoce tus errores
Un escenario precioso. Muy lógico. Muy perfecto. Y, dicho sea de paso, facilísimo. O al menos, eso parece cuando uno lee dichos escritos. Pero la realidad es que la mayoría de los padres ya cumplen todas esas pautas. Cuando, en su búsqueda por internet dan con estos consejos, crece su frustración y desesperación al verse totalmente desamparados y profundamente incomprendidos. Les sucede lo mismo cuando, en su periplo por los múltiples psicólogos que consultan, les dan las mismas directrices. Los padres sienten que entre ellos y dichos profesionales hay un abismo, hablan idiomas diferentes. ¿Realmente se creen que no llevamos años practicando todas estas reglas? Porque en muchos casos los hijos, de pequeños, eran obedientes, cariñosos… ¡sonreían!… lo que la gente denominaría “Normal” (¡a saber qué es “Normal”!). Pero con los años y a medida que entran en la pre-adolescencia/adolescencia, sufren una transformación, paulatina, pero imparable.
Todos sabemos que el paso por la adolescencia es compleja, ya que es una etapa de reafirmación de personalidad y de discrepancia con los padres. Dentro de unos parámetros razonables es normal, incluso bueno. No queremos hijos que en un futuro acaben siendo víctimas de déspotas que se aprovechen de ellos. Por el contrario, deseamos hijos a quienes les hayamos estimulado las facultades intelectuales y, por tanto, hayan desarrollado un pensamiento crítico.
Pero el caso de los chicos y chicas que contrarían y se oponen a todo aquello que les dicen sus padres, faltándoles al respeto y desautorizándoles, va más allá de los valores razonables.
¿Qué día, y porqué, perdieron ese respeto que les tenían a sus padres? ¿Han sido los amigos? ¿Quizá nuevas amistades fruto del paso de la escuela al instituto? ¿Las nuevas tecnologías? ¿Esas a las que están todo el día conectados, y desconocemos qué miran y cómo les influencian? ¿O va más allá de los condicionantes externos y en realidad se trata de un trastorno? ¿O hay un poco de todo?
Existe el denominado Trastorno Negativista Desafiante (TND) . El rasgo principal es que los chicos/as manifiestan un patrón frecuente y persistente de irritabilidad, ira, desobediencia o discusión hacia los padres y/o hacia otras figuras de autoridad.
Los criterios del DSM-5 (DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) es el Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría) establecen los siguientes síntomas y comportamientos emocionales que tienen lugar durante un mínimo de seis meses:
- Estado de ánimo irritable. Se enoja, pierde los nervios fácilmente y con frecuencia.
- Conducta polémica y desafiante con los adultos/personas de autoridad.
- Sentimiento de rencor y venganza hacia dichas personas.
- Desobediencia. Negación a cumplir las reglas de los adultos.
- Culpabilizar a otras personas de aquellas faltas que él/ella mismo ha cometido.
El TND puede tener distintos niveles de gravedad, en función del número de entornos donde tenga lugar:
- Leve: Los síntomas ocurren en un solo entorno, sea en el hogar, en la escuela, o en el trabajo.
- Moderado: Los síntomas se dan en dos entornos.
- Grave: Los síntomas se dan en tres o más entornos.
El tratamiento que se acostumbra a practicar pasa por aprender habilidades para construir interacciones familiares positivas, y controlar los impulsos y las frustraciones, a desarrollar a lo largo de la terapia individualizada con profesionales cualificados y técnicas apropiadas.