En lo referente a las diferentes formas de violencia filio-parental, veamos cuáles son los perfiles y contextos que describen los expertos:
En lo referente a la edad del agresor, según la mayoría de los estudios, las chicas tienen tendencia a ser violentas con los progenitores a una edad más temprana que los chicos (ellos lo hacen hacia el final de la adolescencia, entre los 14 y los 17 años). Cabe destacar que la violencia de este tipo muchas veces se extiende más allá de la adolescencia, dándose casos de adultos que agreden a sus padres ya ancianos.
En lo que respecta al género del agresor, hay disparidad de resultados. En algunos estudios aparece la mayor probabilidad de que el agresor sea chico. En otros estudios, son las chicas quienes aparecen como agresoras más frecuentes. Pero las diferencias no son significativas. Hay que tener en cuenta que incluso en los estudios hay diferentes opiniones sobre lo que es la violencia filio-parental, puesto que el concepto sobre lo que es este tipo de violencia varía en función de percepciones personales de cada individuo. Lamentablemente, siguen habiendo estereotipos y prejuicios por lo que se refiere al género de los agresores. Así, por ejemplo, en muchos casos hay una mayor permisividad con la actitud agresiva de una chica que con la de un chico. A la vez que el machismo también se hace notar en muchas ocasiones. Tal es así en casos que a la chicas agresoras se las tilda de adolescentes histéricas y se les “permite” más este tipo de actitud violenta que a los chicos.
Por tanto, el resultado de los estudios sobre el porcentaje de chicos agresivos versus chicas agresivas está supeditado en gran medida a la percepción individual.
En lo referente a la situación socioeconómica de las familias de los chicos y chicas agresores, no se puede decir que el mayor porcentaje de agresores provenga de familias con mayor o menor poder adquisitivo. Los hay en todas las clases sociales. Lo que sí se ha podido diferenciar por los estudios es el porqué, la causa subyacente que puede arrojar algo de luz sobre el problema. En ciertos estudios se ha visto que en familias con un nivel socio económico más alto, se ha producido un abandono afectivo más evidente que en aquellas familias con un nivel más bajo. La diferencia estribaría en que en las familias de bajo nivel ha habido una dificultad en atender el cuidado o la dedicación a los hijos por tener dificultades laborales u horarios que dificultaban la conciliación laboral con la familiar. En cambio, en el caso de familias más acomodadas, se debe a que hay un exceso de delegación en otras personas o miembros de la familia (sea abuelos, tíos, cuidadores) debido a que los padres han priorizado otras actividades y pasaron menos tiempo con los hijos de lo que podrían haber hecho.