Pero… ¿qué es la ira? La ira es una emoción que se expresa a través de la irritabilidad. Aumenta el ritmo cardíaco, la presión sanguínea, y los niveles de adrenalina y noradrenalina. Cuando nos enfadamos, la adrenalina hace que nos pongamos en movimiento, que actuemos. Ha habido ocasiones en la historia de la humanidad, que la ira ha generado grandes avances. Las huelgas y movimientos de trabajadores, disconformes con su situación laboral y/o salarial, el derecho al voto, incluso descubrimientos e inventos fruto de la frustración de las limitaciones de algunos artilugios de la época.
Estímulo
Por tanto, podemos decir que la ira es un impulsor, un motivador, un estímulo. Siempre y cuando sea controlada, y no dañe física ni emocionalmente a nadie. Cuando se convierte en violencia, pierde totalmente su carácter pro-activo para volverse negativo. Veamos cómo esta tan temida ira, ejercida por los adolescentes, ejerce de estímulo en los padres:
El enfado de los padres ante la violencia ejercida por sus hijos, puede dar lugar a que los primeros actúen y tomen medidas para defenderse, para no dejarse manipular, para no ser permisivos con el maltrato. La evolución del trato de los padres hacia los hijos ha hecho un giro de 180 grados en el transcurso de un siglo. Al igual que el respeto de los hijos hacia los padres. Antaño, no sorprendía ver a un padre dar un azote a su hijo a modo de reprimenda. Hoy, no resulta extraño ver como algunos hijos faltan al respeto a sus padres/madres, sea verbalmente, o incluso físicamente. Sin ir más lejos, el otro día vi como un niño, enfadado, que tendría unos 7 años, daba manotazos a su madre mientras esperaban en una sala de espera de un centro de atención médica.
Por fortuna, hoy en día la ley ya condena cualquier tipo de abuso paterno-filial. No obstante, esto deja a muchos padres temerosos y sin saber cómo actuar frente a acciones abusivas en sentido contrario, de los hijos hacia los padres. Recuerdo, hará una década más o menos, un niño de 7 ó 8 años levantar los ojos de un titular de un artículo que acababa de leer en un periódico, y decirle a su padre: Papá, mucho cuidado con pegarme, porque puedo denunciarte.
¿Es esto un advertimiento? ¿Una amenaza? Todo depende. Habría que ver en qué contexto se pronuncia. Habría que ver cuál es la realidad en el día a día de dicha familia.
A los padres que llevan tiempo soportando la falta de respeto y los maltratos por parte de los hijos, muchas veces se sienten indefensos ante la ley. Muchos ya no sienten la fuerza moral para educar, y no se atreven a buscar y recurrir a los mecansimos de sanción para ganarse un respeto. Pero la ley existe. No hay que olvidar que el último párrafo del artículo 154 del Código Civil, hace mención a la posibilidad que tienen los padres, en el ejercicio de su función, de recabar el auxilio de la autoridad.