Siempre he huido de ciertas frases motivadoras de libros de autoayuda, o de coachs que inundan las redes sociales. Mensajes del tipo «¡Saldrás adelante!», «¡Tú puedes!», entre otras. Me parecen faltos de fundamento. Animar por animar.
Saldrás adelante… Tú puedes…
O no. ¡Qué sabrán ellos de mi vida, de mis circunstancias, de mi sufrimiento! Del cómo y del porqué. De la fuerza que me queda. De las motivaciones que me mueven. De las ganas que perduran.
Otra cosa diferente es observarse, reflexionar sobre lo que nos ha ocurrido y qué nos ha aportado ese suceso inconveniente, incómodo, doloroso, o traumatizante. «¿Es que se puede sacar algo bueno de las agresiones recibidas, del menosprecio, de la tristeza?», me preguntaréis con perplejidad, incluso con enfado. Entiendo vuestro sentimiento. Yo he estado ahí, sumida en el pozo profundo.
Ojalá no me hubiera tocado vivir la desesperación por la que pasé con mi hija. Ojalá. Por mi bien, y por el suyo. Pero sé que hoy soy fruto del ayer. Más resiliente. Más fuerte y más paciente. He aprendido de lo vivido. La vida no es cómo la imaginé. Aun así, los obstáculos me han llevado hasta dónde estoy hoy, hasta quién soy hoy.
Las piedras en tu camino están por una razón. No las desaproveches.