Según las estadísticas, la mayoría de los hijos violentos están en un rango de edad que va de los 13 a los 18 años, aunque cada vez la edad de inicio es a una edad más temprana. También existen casos en que el hijo agresor es ya un adulto. En dichos casos, es probable que anteriormente, mientras era adolescente, ya presentara conductas violentas en el hogar, que se toleraron o no se supieron atajar. Siempre existen señales previas que advierten de la aparición futura de violencia.
Como padre/madre de un hijo adolescente, seguramente has tenido que oir muchas veces aquello de: Es un adolescente… es normal… los adolescentes se rebelan contra todo.
Y ahí surge tu frustración. Sabes de infinidad de parejas que tienen hijos adolescentes y no son cómo el tuyo.
Aquí hay que hacer una distinción básica: Ser adolescente no significa ser un hijo violento. La adolescencia es una etapa complicada por la que pasan los hijos, pero bajo ningún concepto debe considerarse el ejercicio de la violencia como algo normal en esta etapa.
Es una época de enormes cambios en todos los niveles:
- Biológico: Etapa de mayor desarrollo de los órganos reproductores y de las características sexuales secundarias; movimiento hormonal e impulso sexual propio de la pubertad; desaparición del cuerpo infantil y transformación hacia el cuerpo de adulto.
- Emocional: Etapa de grandes fluctuaciones afectivas (pasar del amor a la frustración; de la angustia a la euforia, etc.)
- Intelectual: El adolescente va adquiriendo capacidad crítica sobre la realidad, dando paso a un deseo de consolidar su identidad, que en gran medida se convierte en egocentrismo.
Es difícil que aquellos que en sus hogares no viven la violencia familiar, puedan llegar a entender el problema en toda su magnitud. Se tiende a desdramatizar, a generalizar, a mirar con cierta incredulidad a aquellos que sufren el problema. Se les reprocha que exageran.
En parte, la culpa nuestra. Por no entrar en detalle, por esconder la gravedad de las acciones de los hijos.
La rebeldía nunca debe confundirse con la violencia.