«Papá, ¿tú me quieres?», me sorprendías con esta pregunta a veces. Y yo siempre te respondía lo mismo, lo que hoy te digo aquí, con toda mi sinceridad y todo mi sentir: Te quiero más que a mi vida. Siempre te querré.»
Así se dirigía el padre a su hija fallecida, en su último adiós. Delante de todos los que estábamos allí presentes para acompañarle en el día más gris que este hombre jamás vivirá.
Y uno no deja de pensar porqué nuestros hijos a veces nos abordan con esta pregunta, dejándonos desconcertados. Pensamos que logramos transmitirles nuestro amor. Que ellos se sienten queridos por nosotros, sin lugar a dudas. Les decimos a menudo que les amamos y ¿aún así, lo preguntan?
A veces, no es que no lo sepan. Es que necesitan oírnoslo decir, de nuevo. ¿A quién no le gusta recibir cariño? A fin de cuentas, somos seres emocionales.
Otras veces, es su manera de pedirnos perdón por su comportamiento. A modo de «¿Aún me quieres a pesar de lo que he hecho?»
Pocas cosas hay que los padres no perdonemos a nuestros hijos. ¿Qué decir? Incluso el maltrato llegamos a perdonar, si vemos que nuestro hijo o hija se arrepiente.
En cualquier caso -y esto es importantísimo- siempre que tengamos oportunidad, digámosles cuánto les amamos. Sabremos encontrar el momento oportuno para decírselo. Que no les quepa duda de que el amor que sentimos por ellos es tan fuerte e inamovible, que nada podrá con él. Es como una roca, inalterable, pese a la más vehemente de las tempestades.
Que no puedan olvidar, en toda su vida, cuánto les quisimos. Incluso en su etapa difícil. En la que andaban tan perdidos que llegaron incluso a agredir a sus padres. Un recuerdo tan doloroso como éste solo será compensado recordando nuestro ‘Te quiero’… Las única palabras que les podrán dar solaz.
Abracémosles y digámoles a menudo que les amamos. Mientras aún podamos. Mientras aún convivan con nosotros. Porque el mañana llega demasiado pronto.