Hace años vi una gran película titulada Luz de Gas, con Ingrid Bergman como protagonista. Había oído anteriormente usar la expresión “No me hagas luz de gas!”, pero nunca supe de dónde venía la expresión. Con la película, me quedó claro.
Pero ¿qué es hacerle a alguien luz de gas? Es una forma sutil de manipular a una persona. Es muy poderosa y dañina puesto que promueve la ansiedad, depresión y crisis nerviosa.
Aquellos que usan esta arma manipuladora utilizan diversas técnicas para distorsionar tu realidad. Por ejemplo:
- Te desacreditan delante de terceras personas haciéndoles creer que eres inestable, que estás loco/a.
- Te cambian de tema preguntándote por otra cuestión. A menudo hacen un comentario respecto a lo que opinas, haciéndote dudar de tu memoria: “No, eso no ocurrió. Te lo estás imaginando”, “Estás mintiendo! Yo nunca dije eso!”, “No sé de qué me hablas, no cambies de tema”!.
A menudo, el perpetrador adopta una falsa actitud compasiva hacia ti, haciéndote sentir inestable, irracional, confundido/a. Algo así como: “No, yo no te pegué. Solo te chillé”, “No te empujé. Tú te pusiste en medio de mi camino y sin querer te di un golpe”, “Yo no lo rompí. Ya estaba roto cuando lo cogí”, “Yo solo intentaba ayudarte. Eres tú quien me ha hecho perder la paciencia con lo que dijiste”.
A continuación, algunas señales de que quizá estás siendo víctima de luz de gas:
- Te sientes amenazado/a, incómodo/a, en peligro, cuando estás cerca de esa persona.
- Sientes que tienes que disculparte continuamente por lo que has hecho o dicho.
- Te parece que no lo has hecho suficientemente bien para alcanzar las expectativas que tiene de ti.
- Siempre intentas dar más de ti para agradarle, pero nunca tienes la sensación que está contento/a contigo.
- Tienes la sensación de que algo no anda bien, algo falla en esa relación pero no sabrías decir exactamente qué es.
- Te sientes aislado/a, triste, incomprendido/a.
- Te cuesta confiar en ti mismo/a, y prefieres confiar en lo que diga el abusador.
- Te da miedo opinar, expresar tus emociones, y prefieres mantenerte en un segundo plano.
- No te reconoces. Antes eras fuerte y decidido/a; ahora estás temperoso/a y débil.
- Te abordan sentimientos de culpabilidad por no ser lo decidido/a y feliz que eras antes.
¿Sientes que tu hijo/a te hace sentir así? ¿Te parece que te está haciendo luz de gas? Aunque a veces no tengas pruebas, sí sabes que aquello no va bien, que algo anda mal. No dejes de lado esa sensación. Es el primer paso para fijarte y darte cuenta cada vez que ocurra. Y entonces, buscar ayuda.