Hace un mes escribíamos sobre la invisibilidad, frente a la sociedad y la administración, del problema de la violencia filioparental. Poco se sabe sobre ello y aun menos parece interesar, puesto que, estadísticamente, hay pocos datos y escasa divulgación sobre el tema y cómo abordarlo.
En cambio, sí existe una gran concienciación sobre la violencia de género, aquella en que uno de los miembros de una pareja inflige sobre el otro miembro. Habitualmente, la agresividad que el hombre desata sobre la mujer.
¿Será porque existen muchos más casos de este tipo de violencia frente a otros tipos de agresiones domésticas? ¿Quizá los ataques son más violentos y los daños perpetrados más traumáticos? Cabría pensar que esto puede ser una explicación, pero no es así. Los daños físicos, psicológicos y emocionales en ambos casos pueden ser de la misma gravedad.
¿Y el perfil del maltratador? ¿También es el mismo? Veamos. Hay características que son únicas, por poner un ejemplo, la edad del agresor. Pero existen una serie de elementos que tienden a ser comunes en ambos casos.
VIOLENCIA DE GÉNERO: Perfil del maltratador:
- Baja autoestima: Acostumbra a tener una baja autoestima, así como un complejo de inferioridad. La frustración que esto le genera, se traduce en ira.
- Baja capacidad de resilencia: Ante las adversidades, no sabe dominar su frustración ni reaccionar de forma controlada frente a los problemas.
- Falta de control de impulsos: La frustración desencadena la ira, y la ira desencadena un impulso negativo. El maltratador no consigue controlar sus impulsos negativos y violentos.
- Inestabilidad emocional: Pasa rápidamente de la alegría a la tristeza, así como del aprecio al desprecio.
- Buena imagen pública: El momento que el maltratador cruza la puerta de su hogar hacia el exterior, su carácter da un giro de 180 grados, pasando a ser una persona totalmente afable y tratable de cara a los demás. Goza de una buena imagen pública.
- Poder: Desea tener poder frente a su víctima, a quién percibe como un ser inferior, imponiendo su criterio, sus normas, y exigiéndolo mediante la violencia.
- Egocentrismo: Se centra únicamente en sus propios deseos y necesidades, poniéndolos por delante de los de los demás e incluso despreciándoles. Tiene un bajísimo nivel de empatía.
- Manipulación: Tiene habilidad para convencer a su víctima de que su comportamiento violento hacia ella es merecida e incluso por su bien. Puede confundir a la víctima a través del método de Luz de Gas, ocasionándole tal desconcierto que le lleve a desconfiar de sí misma y alejarse de otras personas.
- Celos: Teme que su pareja le abandone, así como que dé a conocer a terceras personas el nivel de violencia que se da en el hogar. Por tanto, intenta que su víctima no se relacione con otras personas que puedan alejarla de él, o que puedan hacerle ver el peligro que corre.
- Posesión: Considera a su víctima como un ser de su propiedad, que debe obedecer todos sus designios y órdenes. Esto le otorga el poder que tanto ansía tener.
Volvamos a leer estos diez puntos. Esta vez, colocando a nuestros hijos en el rol del agresor.
¿Coincide el perfil con el del maltratador de violencia de género? Da qué pensar…
La sociedad se alarma de que una mujer maltratada tolere, encubra y no denuncie a su pareja. Entonces, ¿por qué a esta misma sociedad le parece normal y acepte que los padres no denunciemos a nuestros hijos maltratadores? Porque, como padres, nuestro rol es protegerles. Y no se les pasa por la cabeza que no reportar estos hechos violentos, no solamente no les protege sino que adoba un caldo de cultivo para que los chavales confundan qué está bien y qué está mal. Para que, con el paso del tiempo, escalen la violencia hasta límites que les lleve delante de la Ley para responder sobre responsabilidades penales. Que alguien me explique si es acertado el hecho de encubrirles ahora para después, en un futuro, tener que verles sentados delante de un juez.
Los órganos del Estado deberían dar hoy a este asunto la importancia y prioridad administrativa, judicial y penal que corresponde.